Me siento como un astronauta explorando un nuevo mundo.
Completamente perdido desde el primer paso sigo asombrandome con todo lo que veo. Efectivamente este es el momento en que he perdido la consciencia racional gracias a los alucinógenos. La luz del sol reflejada en la ciudad me hace preguntarme porque el ser humano es tan limitado en su estado normal. Como no puede pararse sin límite de tiempo a admirar esta belleza de tonalidades diferentes, cada una con un matiz de belleza extraordinario.
He puesto mi corazón sobre el hielo demasiadas veces, enterrando junto a él todo lo que pensaba que no existía. He neutralizado la parte de mi cerebro de donde provienen mis fantasmas y monstruos. Quería ir hasta su cueva y decirles que no les tengo miedo y que sé de donde vienen, y que solo salen porque yo les doy permiso. Quería que supieran que no pueden dominarme porque soy mas fuerte que ellos.
Pero al sumergirme en lo abstracto he descubierto que no existe la oscuridad total en mi corazón, sino que soy capaz de apreciar la belleza que me pasa normalmente desapercibida. Giger está a mi lado y me dice que todo va a salir bién, que no tengo nada de que preocuparme, que disfrute el momento.
Nisiquiera a él le puedo decir lo sorprendido que estoy de no encontrarme las visiones horrendas que tengo normalmente. Seria demasiado egoísta estropearle su viaje hablando de cómo me siento yo.
Seguimos caminando calles y calles y cada vez me siento mas a gusto y relajado. Creo que podría dar vueltas por esta ciudad durante días enteros. He dejado de preocuparme por las toentrías que normalmente saturan mi mente y disfruto como nunca. Disfruto porque soy capaz de ver lo bello que Giger me enseña y lo que no también. Disfruto porque no tengo una sombra acechándome en cada esquina, esperando torturarme. Disfruto porque soy feliz. Quizá tendría que empezar a asumirlo de una puta vez.